Pocas cosas nos irritan más que la exposición al ruido excesivo, o la incapacidad de escuchar lo que necesitamos escuchar. Aunque se trate de un sitio de construcción cercano, tráfico en la carretera, aire acondicionado o un vecino aprendiendo a tocar saxofón, investigaciones muestran que el ruido puede provocar enfermedades cardiovasculares, aumentar la presión arterial, producir dolores de cabeza, cambios hormonales, trastornos del sueño, y reducir el rendimiento físico, mental, y el bienestar general. Por el contrario, un ambiente acústicamente «cómodo» nos permite escuchar adecuadamente, enfocarnos mejor y sentirnos más tranquilos.

La preocupación por crear entornos acústicamente cómodos habitualmente se centra en teatros, salas de conciertos y estudios de grabación. Sin embargo, es particularmente importante en entornos educativos, ya que influye directamente en la relación de la enseñanza y el aprendizaje. La incomodidad acústica puede dañar el proceso de aprendizaje, interfiriendo en la atención y empeorando la comunicación entre estudiantes y maestros.

Estudios muestran que las aulas incómodas causan molestias y cambios de humor, lo que contribuye al aumento del estrés y el cansancio en los estudiantes, así como a la disminución de sus habilidades cognitivas. La interferencia acústica que proviene de los ambientes exteriores aumenta la necesidad de hablar más alto, causando agotamiento auditivo y vocal en las personas al interior de la sala de clases.

Para comprender mejor los problemas relacionados con la acústica, es importante conocer algunos conceptos esenciales. Las ondas sonoras, cuando son interceptadas por un receptor como el oído humano, se recopilan y transmiten como información al cerebro: es decir, se «escuchan». Si bien la intensidad acústica se da en decibelios (dB), el tono del sonido se expresa como «frecuencia», expresado en Hertz (Hz). El oído humano sano es sensible a un rango muy amplio de frecuencias, desde aproximadamente 20 Hz a 20,000 Hz. Por debajo y por encima de este rango se encuentran el infrasonido y el ultrasonido, respectivamente.

Se entiende que en un edificio, o en este caso, en las aulas, cuatro tipos de sonidos están presentes:

  • Ruidos externos (vehículos, patio, canchas deportivas).
  • Ruidos internos (discurso del profesor, conversaciones paralelas).
  • Ruidos de impacto (pasos, saltos).
  • Ruidos de equipamientos (sistemas de aire acondicionado, ventiladores, computadoras).

Todos estos ruidos, juntos, influyen en la comodidad acústica de los ocupantes. Según la Organización Mundial de la Salud, el nivel seguro de ruido en un aula no puede exceder los 35 decibeles. A partir de ahí, la capacidad de aprender se ve afectada. En Francia, un estudio reveló que con cada aumento de 10 decibeles en el ruido del aula, los puntajes de lenguaje y matemáticas de los estudiantes disminuyeron en 5.5 puntos .

Otros parámetros utilizados para describir la distribución del sonido son:

  • Tiempo de reverberación: es el tiempo que tarda el nivel de sonido en disminuir después de que se apaga la fuente de sonido.
  • Aislamiento acústico: características materiales de las áreas superficiales de un espacio, que determinan la transmisión del sonido

Otro concepto muy importante para la acústica de un aula es el índice de transmisión del habla (ITS), que se refiere a la calidad de la transferencia del habla a los oyentes. Si el tiempo de reverberación en un salón de clases (tiempo requerido para que el sonido se «desvanezca» en un área cerrada, después de que la fuente del sonido se haya detenido) es mayor a 0.6 segundos, los niños sentados más allá de las primeras filas tendrán dificultades para distinguir entre consonantes y, por lo tanto, no podrán aprender correctamente. Cuanto mayor sea el tiempo de reverberación, menor será la capacidad de comprensión debido a la superposición de sonido, en otras palabras, menor será la inteligibilidad del mensaje. Esto significa que hablar más alto no hará una gran diferencia en la claridad, y peor aún, hará que el entorno sea más confuso (y con más volumen).

Pero, ¿cómo puede mejorar el confort acústico en las aulas? Al aplicar los productos y materiales correctos, es posible encontrar alternativas efectivas para mejorar la acústica en estos espacios. Para reducir la entrada de ruido externo, es ideal aislar acústicamente todos los elementos del edificio, lo que significa aumentar la masa de muros y losas, e invertir en marcos más estancos. La masa en una construcción se percibe tradicionalmente como el mejor proveedor de aislamiento acústico. Sin embargo, los sistemas constructivos livianos actuales, basados ​​en el principio de masa efectiva (masa-muelle), pueden garantizar una protección eficaz contra el ruido externo, aunque se debe tener especial cuidado al considerar las especificaciones y los detalles de dichos sistemas de construcción.

Los materiales absorbentes, como la lana mineral, el mortero o los paneles de yeso acústico, ayudarán a reducir el ruido aéreo y de impacto dentro del edificio, el que también se verá influido por la elección del revestimiento de las paredes o el piso. Los objetos que dispersan o absorben el sonido en las paredes, permitirán eliminar los ecos perturbadores que pueden ocurrir entre ellas (llamados ‘ecos vibratorios’). Los materiales más porosos en las superficies interiores (especialmente en los techos) también ayudarán a reducir las reverberaciones, mejorando la inteligibilidad del habla.

Mejorar la acústica del aula es fundamental para un proceso adecuado de enseñanza y aprendizaje; las ganancias afectarán tanto a los estudiantes como a los educadores, ya que ninguno de ellos necesitará exceder los límites naturales de sus voces. Los arquitectos jugamos un rol fundamental para asegurar este confort acústico, desde el inicio del proceso de diseño.