En el campus de Vassar College, en el norte de Nueva York, una semana antes del incendio de la catedral de Notre Dame, en París, un equipo universitario se reunió para poner a punto un ambicioso proyecto: catalogar una cantidad gigantesca de datos de modelización en 3D -los más precisos del mundo- de la catedral francesa.

Estos valiosos datos son obra de un hombre que murió el pasado mes de noviembre: un profesor de arte estadounidense, francófilo y francófono, enamorado de la arquitectura medieval y apasionado por las catedrales góticas: Andrew Tallon.

Su técnica no era nueva, pero su utilización sí que lo era. En 2011 y 2012, financiado por una fundación, utilizó un aparato láser para medir con exactitud el interior y el exterior de Notre Dame.

Puso su aparato en una cincuentena de lugares con el fin de medir las distancias entre cada muro y cada pilar, rincones, estatuas o cualquier otra forma, y registrar el conjunto de imperfecciones intrínsecas de cada monumento desgastado durante siglos.

El resultado fue una «nube» de más de 1,000 millones de puntos, que fueron coloreados y cuyas imágenes finales de síntesis reconstruyeron en un ordenador la catedral con todos sus detalles, incluidos los defectos más minúsculos, con una precisión del orden de cinco milímetros.

Estas imágenes confirmaron, por ejemplo, que el oeste de la Catedral era un «completo desastre…», según dijo Andrew Tallon a National Geographic en 2015, al mostrar el caótico alineamiento de las columnas.

Andrew Tallon quería «entrar en la cabeza de los constructores», explicó Lindsay Cook, su antigua alumna, hoy profesora en Vassar encargada de analizar y aprovechar todos esos archivos numéricos.

De sus medidas nacieron las imágenes publicadas en un libro en 2013 que fueron expuestas en la propia Notre Dame en una exposición en 2014, si bien el grueso de estos millones de datos sigue sin explotar y yace, bajo la forma de 0 y 1, en unos cuantos discos duros.

Notre Dame podría ser reconstruida sin la necesidad de datos tan exactos, pero la modelización por láser aporta algo a las fotografiás y a los dibujos con los que trabajan los arquitectos de Francia: precisión.

Y esto es particularmente útil para elementos de los niveles más altos como el tejado y la aguja, que son más difíciles de medir. La aguja del siglo XIX cayó en el incendio, y el tejado quedo enormemente destruido.

La modelización podrá ayudar también a los restauradores a recrear de forma idéntica la parte de la bóveda que se desmoronó cayendo hacia el interior.

Andrew Tallon dejó, además, otros legados, por si un día algún arquitecto los necesita también: en varios discos duros el experto guardaba las modelizaciones láser de las catedrales francesas de Beauvais y de Chartres, de la inglesa Canterbury e incluso de la basílica parisina de Saint Denis.